jueves, 3 de octubre de 2013

NEW WORK


Para ese entonces en el norte de México germinaba un nueva tendencia denominada “Hazlo tu mismo” (“Do It Yourself”), práctica dos veces centenaria en EUA y que Eloy Garza había conocido tras la lectura del libro Walden, la vida en los bosques (1857) de Henry David Thoreau.

El fondo de esta tendencia es relativamente elemental: se trata de fabricar uno mismo las cosas que nos resulten útiles (autoproducción), como microhuertos orgánicos, vino orgánico, muros verdes, adaptación como equipo de gym de llantas, tubos de pvc y llaves inglesas (crossfit); incluso confección de cosas artísticas que expresan nuestros gustos o tendencias estéticas (artesanía, graffiti urbano legal e ilegal, línea de ropa alternativa, manualidades de inspiración racial, diseño de bisutería amateur, producción indie de música y video, tatuajes, pearcing, rastas, todo en plan amateur y con tecnología básicamente doméstica. Los tutoriales y cursos en Youtube, Vimeo y otros medios sociales benefician esta tendencia de impacto mundial.

Eloy no era muy optimista de que esta modalidad del “Hazlo tu mismo” pudiera adaptarse en estas tierras, por carecer de suficientes referencias nativas de bricolaje (actividad manual que realiza un aficionado). Y es que ¿hace cuánto se dejaron de lado en el noroeste de México las materias de aprendizaje manual en escuelas primarias o los talleres de carpintería y electrónica en las secundarias? ¿Hay algo similar en estos páramos a la Feria Maker que se monta anualmente en Silicon Valley o cuando menos en Valencia, España? Sin duda se han desdeñado las técnicas de fabricación de productos comerciales por dominar mejor las artes del marketing, la negociación y las ventas: preferimos el humo a lo sólido.

Los habitantes de los páramos norteños donde vive Eloy quieren ser grandes vendedores y no diestros hacedores; admirados publicistas y no hábiles fabricantes; managers, más no makers. Admiran la mentefactura pero descuidan la manofactura y no se avanza ni en lo uno ni en lo otro, si de por sí producir cuesta mucho en inversión, preparación y gestión de la cadena de suministro.  

Mucha culpa la tiene el propio gobierno empecinado en castigar al buen fabricante y al emprendedor, saturándolo de permisos y trámites a cargo de burócratas que no producen nada más que estorbos y retrasos; exprimiéndolo con sobornos en vez de alentarlo en su inversión de riesgo; condicionándole su comportamiento con impuestos, leyes y reglamentos arbitrarios. Así se explica que sea el propio gobierno quien nutre la economía subterránea. Eloy se sentía defraudado: “no nos dejan de otra”.

No es extraño entonces que la aspiración vocacional en esos páramos donde vive Eloy se dirija a trabajar en una oficina oscura de gobierno en vez de fabricar productos para acomodarlos en el circuito comercial o para autoconsumo. Pero algo está cambiando.

La naciente tendencia de “Hazlo tú mismo” (DIY), esa que como revelación les cambió la conciencia a Eloy y Oscar la mañana cuando se les deshacía entre las manos el proyecto Mandela, se convertiría en movimiento Maker cuando el hacedor independiente comprendiera que no está solo y tome la decisión de compartir sus proyectos abriéndose al Know-how colectivo. No es wishful thinking: la crisis de puestos de trabajo se aliviará con la proliferación de fabricantes constituidos en pequeñas empresas con ventas minoristas.  

Eloy también había leído por esos días una novela poco conocida en México: “Makers” (2009) del blogero y narrador Cory Doctorow que en formato ficción explora el mismo fenómeno maker. En un futuro ficción cercano estallará el boom de pequeñas start-ups que diseñen, fabriquen y comercialicen productos de factura colaborativa (P2P) creados por diletantes o amateurs y destinados en especial a la base de la pirámide, es decir, a la población que no forma parte de la clase media.

Doctorow bautizó el movimiento ficticio de su novela como New Work y en la vida real su base de operaciones la ocupan instalaciones compartidas de producción ya popularizadas en Shanghái (donde hay miles), pero con atisbos prometedores en otros países emergentes como México.

Pero antes de cualquier cosa, Eloy pensaba que el gobierno tenía que hacerse a un lado y no imponerle obstáculos burocráticos a la fabricación de bienes físicos, ni al manejo libre de bites y de átomos. Así se podría plantar la simiente de la nueva Revolución Industrial, inspirada en Henry David Thoreau y puesta en marcha por el proyecto Mandela

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