viernes, 4 de octubre de 2013

USUARIOS DE KICKSTARTER


Los planes de makers inspirados por el Do It Yourself como el Proyecto Mandela que no se adaptan por su propia naturaleza a los patrones ordinarios de financiamiento, pueden recurrir a la plataforma de Kickstarter (nacida en 2009), a partir del modelo de cooperación colectiva o micromecenazgo. Y es que en épocas de crisis, como decía Einstein, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento. Pero, como opina Oscar Garza, no faltan los asegunes en Kickstarter.

Para cualquier cantautor indie que busca grabar profesionalmente sus canciones en un álbum al margen de los circuitos comerciales, o para cualquier fabricante a pequeña escala de nuevas modalidades de piercing personalizado que quiere exportar su innovación a otros países donde las luzcan lenguas y ombligos de otras razas, ser financiado a través de Kickstarter resulta un buen alivio. Este sitio web puso de moda una nueva economía heterodoxa, el crowd–funding, con una facilidad operativa que antes nos resultaba ajena y diversificó el objeto de financiamiento que en un principio se restringía a proyectos estéticos y que ahora se abrió a las ramas tecnológicas.

Pero Kickstarter ha mezclado la aceptación de buenos proyectos con otros de dudosa procedencia; ha combinado la recepción en su sistema de creaciones originales con propuestas mediocres, destinadas incluso a ser front para lavar dinero o para cometer fraudes.

Según Oscar Garza pocos han analizado también el efecto psicológico que sufren los creadores de un proyecto cuando los exponen públicamente en ese sitio web para ser financiado: como por normatividad, Kickstarter abre y transparenta cada donantes, no faltará quién se decepcione por haber recibido menos apoyo del que esperaba de sus sponsors potenciales, de sus familiares pudientes o de sus amigos cercanos que prometieron determinadas sumas con las que no cumplieron. O al revés: están los supuestos creadores que suben sus proyectos como instrumento de presió coercitivos a personas que comprometen para que los financien. 

Por otra parte, existen testimonios de participantes que sufrieron las de Caín para recibir su financiamiento ya gestionado (los retrasos en la entrega de recursos son casi la marca de la casa), carecen de respaldo legal suficiente para reclamar el dinero ganado o su proyecto rentable duró tanto en línea al riesgo de ser pirateado por inversores oportunistas.

Estos imponderables desmoralizan al maker mejor plantado y confirman que Kickstarter es apenas un startup con muchas áreas de oportunidad, que no ha alcanzado la solidez de otros sitios como e-Bay, más preocupado en evitar fiascos. Como la mayoría de los startups, Kickstarter  está en su fase temprana, sujeta al método heurístico de prueba y error, con los defectos, fallas de origen y malentendidos típicos, corregidos sobre la marcha, que se llevan entre las patas la confianza de usuarios bienintencionados y a veces hasta el propio prestigio de la marca.

De ahí que muchos artistas aficionados, artesanos, diseñadores amateurs e interesados en el mundo del retail, escudriñen en línea otras opciones de mercado abierto como www.quirky.com (nacida en 2009), una compañía definida por Ben Kaufman, su fundador y director general, como social product development. ¿Cómo opera? El creador de un proyecto innovador presenta su idea, los técnicos de Quirky la desarrollan y le dan 30 centavos por cada unidad vendida. Este modelo de negocio lleva cada semana dos nuevas marcas de productos de consumo al mercado. Opina Kaufman: “Todos somos inventores y Quirky tiene como misión hacer la invención accesible”.

Otra compañía similar a Quirky es www.etsy.com (nacida en Brooklyn en 2005): forma comunidades alternas de compra y venta de productos hechos a mano, objetos vintage o suministro de manualidades sorteando el típico burocratismo para iniciar un negocio. Etsy pide una cuota mínima para inscribirse: cada vendedor paga 20 centavos como tarifa por cada artículo que sube en sus tiendas virtuales y la startup le retiene 3.5 por ciento por cada venta. De su oferta, Oscar y Eloy escogieron algunas lámparas diseñadas por KhalimaLights en Carolina del Sur, en EUA, (Simple Modern Edison Lamp) y las compraron en línea para decorar el proyecto Mandela. Siguen alumbrando su local.

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